19 de octubre de 2016

#niunamenos

Hace unos meses la pequeña llegó a casa para contarnos que había tenido un problema con un compañero en la escuela. El relato fue completo, detallado e incluyó todas las opiniones de sus amigas y amigos, porque así le gusta contarnos las cosas. También incluyó el gran dilema de no saber qué hacer; porque a los 12 años, en ese deseo tan adolescente de querer agradar a todos es muy difícil saber cómo poner límites. Después de todo, cómo vas a saberlo si nunca antes lo tuviste que hacer?

La escuchamos, opinamos, pensamos juntos. Pero por sobre todo, dejamos que ella decidiera qué hacer. La pequeña tomó una decisión, lo manejó y en el camino aprendió una lección y creció.

Hoy, en un día tan movilizador para todas las mujeres, recordé un fragmento clave de esa conversación:

"Él es mi amigo, y yo ya le dije bien clarito que sólo vamos a ser amigos y nada más. Lo que pasa es que no se da por vencido y me sigue hablando por WhatsApp. El otro día me dijo que lo que le pasa es que él es muy celoso y que no quería que yo volviera a juntarme con Matías".

A mi se me erizaron los pelos de la nuca y me dieron ganas de ir a buscar al pequeño pichón de macho controlador para explicarle un par de cositas. Sin embargo, sólo pregunté:

"¿Y vos qué le dijiste?"

"Le dije que era un desubicado. Y lo bloquée en WhatsApp y no le hablé más. ¿Quién se piensa que es para decirme con quién me puedo juntar y con quién no?! Yo no voy a dejar de ver a mis amigos porque a otro se le ocurra".

Lo dijo enojada. Lo dijo sin pensarlo. Lo dijo decidida. Lo dijo libre.

Lo dijo y a mi me estalló el corazón de orgullo y de amor infinito. Porque si hay algo que está en nuestras manos para cambiar el mundo, es enseñarle a las generaciones que vienen a pensar distinto, a tener una mente abierta, a defender sus ideas, a ser libres.